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Boda en el Pirineo Aragonés. Sara y Michal.



El día que Michal y Sara iban a celebrar su boda en el Pirineo brillaba el sol. Aquella mañana de Septiembre fue el preludio de un día especialmente alegre.


Cuando llegué a casa de Sara, tras pasar por la peluquería, todo estaba aún bastante tranquilo. Recuerdo que mientras esperábamos los novios intercambiaron algunos mensajes antes del gran momento. Eso sí, en cuanto aparecieron sus amigas, muy guapas de rojo, los nervios se dispararon, unas lágrimas por aquí…, un velo puesto al revés por allá… El vestido de novia había permanecido guardado con gran secreto en un armario, así que en el momento de ponérselo Sara pareció darse cuenta de que aquello iba en serio, ¡empezaba lo bueno!


Al mismo tiempo en el Hotel Boltaña se preparaba Michal, muy calmado, junto a su hermano y amigos. Para ellos la fiesta ya había empezado entre risas y jaleo y se lo estaban pasando bomba. Todo estaba preparado, el traje sobre la cama, los gemelos, unas flores en la solapa…, ¡y listo!


Después de que el hermano de Sara, muy nervioso, le entregara a su hermana el ramo de flores, esta salió por la puerta junto a su padre, muy sonrientes los dos, y ahí les estaban esperando amigos y familia para emprender el camino hacia la Iglesia de San Sebastián, en Labuerda. Sara alzó su ramo en señal de saludo y la comitiva echó a andar recorriendo las calles de este pequeño pueblo cercano a Ainsa.

Mientras tanto Michal había llegado al altar acompañado por su madre, en sus caras se veía que no podían estar más contentos. Ya sólo faltaba la novia. Y por fín llegó Sara contenta y feliz del brazo de su orgulloso padre, que intercambió con Michal una mirada cómplice cargada de significado. La ceremonia fue muy amena, las emociones flotaban en el aire del llanto a la risa (incluyendo al cura). Desde los bancos nadie perdía detalle de lo que estaba pasando, ni la familia de Sara ni la de Michal, llegados desde Polonia para unirse a la celebración. Quizás todavía recuerden a los niños encargados de lanzar flores, que en mitad del pasillo recordaron su misión y lanzaron el cubo entero. Entre música y emociones positivas llegó el fin de la ceremonia. La pareja apenas había puesto un pie fuera del templo cuando los dos desaparecieron de la vista de todos bajo una espectacular lluvia de confeti. No volverían a ser vistos hasta su entrada en el restaurante, tiempo que aprovechamos para hacerles unas fotos con su querida Peña Montañesa de fondo. Entretanto los invitados fueron llegando al cóctel al aire libre en el Hotel Peña Montañesa. Alí, entre otros platos, habían dispuesto una mesa con productos polacos que estaban buenísimos, doy fe. Más tarde, cuando la pareja reapareció, a algunos invitados les faltó tiempo para coger a Michal y levantarlo por los aires mientras él se moría de risa, Sara escapó por los pelos. Ya en el banquete los novios entraron con música a tope y entregaron unos ramos de flores a sus madres, que se emocionaron un montón. Más tarde Sara hizo lo propio con su amiga mientras las dos se fundían en un sentido abrazo. Y cuando menos se lo esperaban… ¡sorpresa épica! Sus amigos irrumpieron en la fiesta ocultos tras máscaras de Dalí y desatando la locura al ritmo de la canción “Bella Ciao”. Traían con ellos una jaula con dos cerditos haciendo un guiño a la serie La Casa de Papel y al trabajo de Michal como veterinario. ¡Vaya subidón! La gente bailaba y cantaba sobre las mesas abrazándose y empuñando pistolas. Sara y Michal estaban flipando. La fiesta final fue un no parar, todo el mundo derrochaba energía bajo luces de colores, los novios tenían su propia luz y así continuó el desfase hasta el final del día. Lo dicho, una boda marcada por la alegría. P.D: La próxima vez que paséis por el Sobrarbe no olvidéis entrar en la panadería de los padres de Sara, aún me acuerdo de esos dobladillos de chocolate, ¡mmm…!






















































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